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Argentina el día después

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Por Hugo García Crespo

Según Linz el presidencialismo lleva a una lógica política de suma cero, el ganador se lleva todo. El presidente electo reclama total legitimidad democrática. La rigidez de la Constitución Nacional específica sin lugar a dudas el porcentaje para ser consagrado ganador, en caso de no “llegar” ninguno de los candidatos se pasa a segunda vuelta. De esta manera, se garantiza la legitimidad del electorado. El rigor del presidencialismo se puede apreciar en la gobernanza durante cuatro años por el electo ganador.

Particularmente en Argentina, y pasado el proceso electoral del 2023, pudimos observar como el sistema electoral consagró a un triunfador el pasado 19 de noviembre en segunda vuelta con el 55,69% de los votos, un total de 14.476.462 votantes. El victorioso es jefe de Estado y jefe de gobierno por los próximos cuatro años.

Ahora bien, de este porcentaje podemos afirmar que el 29,98% de los votos son propios, quedando el restante, 25,71% canalizados de otras fuerzas, en este caso, la mayoría de Juntos por el Cambio. Esta total legitimidad democrática compartida por distintas fuerzas políticas queda a la espera del desarrollo del gobierno. Los votos “prestados” tomarán fuerza de observador ante una gestión que comienza el próximo 10 de diciembre. Podemos afirmar que el desarrollo de la gobernabilidad queda en suspenso por los cercanos dos años en tanto y en cuanto la fuerza ganadora responda ante las demandas de los votos que no son suyos. Capítulo aparte, son los 11.516.142 de la fuerza derrotada. La astucia y habilidad del nuevo gobierno estará en equilibrar las demandas de las distintas fuerzas tanto en el interior de su espacio como fuera de él.

Respecto a este año electoral se logró visualizar la profundización de la confrontación de los candidatos en relación a su modelo de país. Salvo, en los debates que acrecientan la argumentación de su plataforma electoral, las campañas proselitistas llevaron un rol protagónico en la ciudadanía disputándose con el otro en vacío de contenido, no se pregonaban modelos conciliatorios sino ideas confrontativas sin mediar espacio para la mediación.  La cooptación de votos se vio inmersa en un espiral de silencio donde la identificación se daba en contraposición con el prójimo, lo malo.

A diez días de la asunción del nuevo presidente de la nación, la ciudadanía argentina está inmersa en una incertidumbre que involucra tanto a los partidarios con una sed de revanchismo como a los opositores con una lógica de resistencia. En este contexto cabe preguntarnos qué nos depara de cara a los próximo cuatro años de gestión.

*Licenciado en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires

 

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