El obispo de Neuquén, Fernando Croxatto, lamentó que el papa Francisco no haya venido a la Argentina. «Como pueblo no supimos aprovechar esta oportunidad, algunos con mayor responsabilidad, los que pusieron el obstáculo para que la llegada de Francisco a su tierra”, afirmó.
Dijo que, en Neuquén, “hubo una acogida de dolor y de cercanía”, y que participó mucha gente en la misa por el fallecimiento del papa Francisco. Señaló que “fue un gesto muy lindo, muy sentido, de mucha cercanía y afecto, aún en medio del dolor”.
Croxatto se refirió además al legado de Francisco, subrayó que está escrito en su primera exhortación que se conoce como Evangelii Gaudium, donde el papa habla de una “Iglesia más atenta a su interior”, y no mirar para otro lado en un momento de tanta pobreza, fragilidades y vulnerabilidad.
Respecto de la incorporación de mujeres en puestos de conducción que hizo Francisco en la iglesia católica, Croxatto dijo que “el papa ha abordado este frente de manera concreta en los últimos tiempos, también con nombramientos específicos”.
También habló de la pobreza, dijo que “en el mundo la pobreza se ha multiplicado, y el papa, desde el comienzo, nos remarcó que no podemos voltear la mirada ni pasar de largo frente a esa realidad.
El obispo dijo que en Neuquén va creciendo el número de personas en situación de calle, y que la respuesta de provincia es coyuntural. Contó las acciones que realizan desde la Iglesia para atender esa esas personas. Alertó que “hoy todavía podría ser manejable por la cantidad de personas, pero que, si no se aborda a tiempo, puede desbordar”.
De los discursos de violencia y odia que utiliza el presidente de la Nación Javier Milei y su gobierno, señaló que “es una muestra de una gran pobreza humana” y advirtió que “si desde la cabeza se genera violencia, no podemos esperar que en la base no se genere violencia”.
– ¿Cómo vivieron desde Neuquén el fallecimiento del papa Francisco?
– En cada ámbito se habrá vivido de distintas maneras. Desde el ámbito más popular, desde nuestras comunidades cristianas, hubo una acogida de dolor y de cercanía. La noticia irrumpió el lunes a la mañana temprano, y esa misma tarde convocamos a la celebración de la misa de la Eucaristía. Nos llamó la atención la participación de la gente y de distintos sectores de nuestra comunidad católica. También habíamos abierto el espacio a las comunidades parroquiales, para que quienes no podían trasladarse pudieran participar, ya que todo fue muy irruptivo. Muchas comunidades también realizaron celebraciones y mostraron esa misma acogida. La verdad que fue un gesto muy lindo, muy sentido, de mucha cercanía y afecto, aún en medio del dolor. Y cuando hablo de afecto, también me refiero a esa serenidad, esa esperanza y esa fuerza que Francisco nos transmitía, y nos transmitió hasta el final.
– ¿Cuál es el legado que deja el Papa Francisco?
– El legado creo que está escrito. Yo te diría que, si uno quiere ver el legado de Francisco, tiene que remitirse a la primera exhortación que hizo, que conocemos como Evangelii Gaudium, la alegría del Evangelio. Cuando escribe esa exhortación, el Papa la presenta como programática para él y para todo su pontificado. Cuando uno la relee ahora, y seguramente la releeremos muchas veces, vamos encontrando en ella todos los puntos que después fue desarrollando a lo largo de su papado. Los distintos temas que Francisco fue manifestando reflejan un legado que apunta a una Iglesia más atenta a su interior, una Iglesia a la escucha del Espíritu de Dios en este tiempo que nos toca transitar, en esta historia concreta. Una época marcada por una gran cantidad de pobres, de fragilidades y de vulnerabilidades, producto de la realidad socioeconómica y cultural. No podemos, como en la parábola del samaritano, pasar de largo. Todo el tiempo Francisco nos invitaba a detenernos, a mirar y a acercarnos a esas realidades. Creo que la imagen del samaritano es central en su mensaje, y también la planteó en la exhortación Fratelli Tutti, cuando habla de «hermanos todos» y la toma como una referencia muy fuerte.
– Abrió espacios también de conducción en la Iglesia para las mujeres, ¿verdad?
– Sí, en este último tiempo, aunque ya lo viene planteando desde 2015, fue abriendo el juego de manera más concreta. Particularmente desde 2021, el papa impulsa lo que llamamos el estilo de la Iglesia sinodal. La sinodalidad, que tuvo dos encuentros realizados en Roma, se trabajó con un proceso de escucha a nivel universal. El núcleo de esta propuesta del papa es rescatar algo que, con el tiempo, en la Iglesia a veces queda relegado o más invisibilizado: la idea de que todos somos el pueblo de Dios. Este es un principio muy fuerte del Concilio Vaticano II, donde se afirma que todos tenemos la misma dignidad. En ese sentido, no importa si uno es hombre o mujer, niño o anciano: todos compartimos la misma dignidad, más allá del momento etario que atravesemos. Desde esta realidad, y por el bautismo a través del cual recibimos la gracia del Espíritu de Dios, la escucha del Espíritu en la Iglesia es igual para todos. Desde ahí se abren nuevos frentes, como la necesidad de dar un lugar más importante a la mujer, con capacidad de decisión, de opinión y de propuesta. El papa ha abordado este frente de manera concreta en los últimos tiempos, también con nombramientos específicos.
– Antes de ser papa, estuvo en Neuquén. ¿Cómo recuerdan esa visita?
– Bueno, yo te puedo hablar de los ecos de esa visita, porque en ese momento yo no estaba en Neuquén ni era obispo todavía. Los ecos que he recibido son todos de un recuerdo muy lindo. Él vino para una peregrinación que realizamos todos los años el último domingo de septiembre, desde Neuquén hacia la parroquia de la Ciudad de Luján, en Centenario, en el Casco Viejo.
Francisco estuvo presente en esa peregrinación. Fue justo en un momento especial: el cierre de la gestión de Monseñor Marcelo Melani y la toma de posesión formal de Monseñor Virginio Bressanellicomo obispo coadjutor. La gente lo recuerda con mucho cariño, con su estilo característico: palabras muy lindas, que llegaban, que tocaban, que daban impulso, que acercaban. Ese es el eco que quedó de aquel momento.
– ¿Cómo ve usted la situación en el país, en principio, con el tema social y la pobreza?
– Yo creo que ese tema ya Francisco lo venía planteando desde Buenos Aires, con toda la solidaridad en las villas y en tantos asentamientos de la ciudad. Lo que vemos es que en el mundo la pobreza se ha multiplicado, y el papa, desde el comienzo, nos remarcó que no podemos voltear la mirada ni pasar de largo frente a esa realidad. Desde acá también vemos que la pobreza ha crecido. A veces una cosa es la estadística y otra es la realidad. Y en la realidad concreta observamos que no podemos descuidar esta fragilidad. Nosotros, desde Cáritas y en todas las comunidades, trabajamos no solo en la atención inmediata, sino también en la promoción de la dignidad de cada persona. Promovemos, por ejemplo, una economía social, programas educativos y un trabajo fuerte con los barrios populares. Cuando se hizo el relevamiento de barrios populares, Cáritas también participó, y desde ahí abrimos hace dos o tres años un espacio de misión en uno de los asentamientos, lo llamamos en el barrio El Nido, Pumey lo llaman ellos. Desde Cáritas, a través de la misión, venimos trabajando de manera constante, acercándonos y acompañando a las comunidades dentro de nuestras posibilidades, junto a las organizaciones y movimientos populares que también están presentes en esas realidades más vulnerables. Lo que tratamos de hacer es sumarnos como Iglesia a propuestas en red, en conjunto con todos ellos. A veces, en acciones de manifestación o visibilización. No sé si recuerdan, pero el año pasado, en la Nochebuena del 24 de diciembre, junto a un grupo importante de organizaciones sociales, organizamos aquí, en el frente de la Catedral, la «Navidad sin vanidad».
– Desde la Iglesia trabajan para asistir a personas en situación de calle. ¿Cómo ve ese problema en Neuquén?
– Vemos que va creciendo. Ahora, con la llegada de la época más dura, cuando las temperaturas realmente empiezan a bajar, vamos a ver cómo acompañar. Desde esta realidad, tenemos por un lado «La Noche de la Caridad», en la parroquia de Alta Barda, que se realiza todos los jueves, como también otras organizaciones que sabemos que están trabajando en lo mismo. Además, de lunes a viernes, desde hace más de un año, funciona la Casa de la Misericordia, aquí al lado de la Catedral, donde se recibe a las personas entre las 8:30 y las 11 de la mañana. Allí pueden tomar un desayuno-almuerzo, no una comida propiamente dicha, pero sí un desayuno muy abundante.
– ¿Van en aumento la cantidad de personas?
– No te sabría decir exactamente cuántos hay ahora. El año pasado, hacia fin de año, más o menos en noviembre, teníamos entre 80 y 120 personas. Cuando organizamos la Nochebuena y luego el Año Nuevo junto a la Casa de la Misericordia, también tuvimos una gran afluencia. Hoy se siguen sumando permanentemente, van llegando nuevos. Lo que llama la atención ahora es que también vienen mujeres, y a veces mujeres con niños. No siempre están en situación de calle, pero sí en situación de vulnerabilidad, y sabiendo que está este espacio, se acercan a recibir ese desayuno importante.
– ¿Hay respuesta del gobierno de la provincia?
– Hay una respuesta coyuntural, pero que no es permanente o sistemática. Todos los días es un tema, y no hay un espacio disponible para todos. Hoy, justamente esta mañana, pasé por el desayunador y alguien me contaba: «Vinimos hace dos días, estamos en la terminal, fuimos a preguntar acá, fuimos a preguntar allá», más allá de todos los bemoles que esto tiene, porque hay que saber leerlo. Hay personas que ya conocemos, y otras que van girando de un lado a otro, y no siempre encuentran una respuesta afirmativa. Falta un espacio que pueda acoger a todos, considerando además la realidad propia de cada persona que se encuentra en situación de calle. Cada uno, como cualquiera de nosotros, es un mundo, un misterio, y no siempre se puede dar una misma respuesta para todos. Creo que hace falta una mesa permanente de trabajo, desde la provincia, para elaborar una respuesta más concreta. El municipio, en ese sentido, depende mucho de lo que pueda hacer la provincia. Es una deuda pendiente poder atender esta situación, que hoy todavía podría ser manejable por la cantidad de personas, pero que, si no se aborda a tiempo, puede desbordar. Lo comparo con la imagen de Buenos Aires o el conurbano bonaerense, donde la cantidad de gente en situación de calle ya supera cualquier posibilidad de contención.
Y frente a la situación económica y social actual, donde cada vez hay más excluidos, es necesario adelantarse. Hoy escuchaba en un medio que creció el número de trabajadores informales y cayó el empleo formal en más de 5 millones. Todo eso nos invita a «primeriar», como dice Francisco, para actuar antes de que la situación empeore.
– ¿Qué opina de esos discursos de odio y violencia por parte del propio presidente de la Nación, y de que en Neuquén algunos políticos los replican?
– Es una muestra de una gran pobreza humana esta reacción violenta, tanto de parte de un presidente como de cualquier otra persona de la sociedad. La violencia nos habla de una gran pobreza, de una gran carencia humana. Es doloroso ver que, siendo un pueblo que hace tanto esfuerzo por seguir caminando y salir adelante, no se acompañe ese esfuerzo y, en cambio, se continúe lastimando a la sociedad con confrontaciones y agresiones, desde todos los sectores. La violencia genera más violencia. Y si desde la cabeza se genera violencia, no podemos esperar que en la base no se genere violencia.A eso se suma no solo la violencia verbal, sino también la violencia en las decisiones: en políticas de ajuste, en miradas totalmente economicistas, neoliberales, donde no siempre se mide el daño social que pueden causar. Creo que esto puede seguir ocasionando un profundo daño como sociedad, y como pueblo, que después va a ser muy difícil de sanar. Nos va a llevar mucho tiempo sanar esto. No es solo desde el Ejecutivo, también vemos violencia en el Congreso, entre diputados, entre senadores, en la calle, entre todos. Y esto va en contra de lo que tantas veces planteó el papa Francisco: la cultura del encuentro, la cultura del diálogo, la idea de que el todo es más que la parte, de que el tiempo es superior al espacio, que la unidad es más importante que el conflicto, y que la realidad es más que la idea. Son cuatro principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia que Francisco retoma en su carta programática. Creo que estos principios no solo deben guiar nuestras acciones en el ámbito familiar, sino también en toda la vida social y política.
– ¿Qué encuentra en cada recorrido, en cada visita a las localidades del interior de la provincia?
– Bueno, encuentro un pueblo que, a pesar de todos los inconvenientes y dificultades, vive con más esperanza. Diría que se percibe una mirada acogedora y fraterna en lo que uno recibe de las comunidades. Siempre hay una actitud más esperanzadora y un esfuerzo por buscar el bien común, más allá de las miserias pequeñas e individuales que a veces se pueden encontrar. Por un lado, eso es lo que se destaca, pero también encuentro las mismas pobrezas que vemos acá, quizás en menor escala. En áreas como la salud, por ejemplo, las dificultades son notorias, especialmente por la falta de recursos, las distancias y lo que implica llegar a ciertos lugares. Lo mismo ocurre en otros ámbitos sociales, judiciales y de servicios en general. Pero lo que más escucho, con dolor, es el tema educativo. La limitación por las distancias, la falta de tiempo, las idas y vueltas de los docentes, y la precariedad de las escuelas que no siempre permiten una continuidad adecuada. Todo eso lo escucho en forma de reclamo, aunque es más bien un reclamo silencioso, expresado en un entorno de dolor y pobreza. Este es el panorama que uno va viendo. Mañana (por el viernes), por ejemplo, tengo que estar en la zona de Chos Malal, al norte, y vamos a visitar Coyuco Cochico. Ahí es donde realmente se puede palpar esa realidad periférica, tanto existencial como geográfica, de nuestras diócesis y nuestra provincia.
– ¿Qué le produce que Francisco no haya venido a la Argentina durante su papado?
– Nos causa mucho dolor. Es un dolor interno te diría, por qué digo interno, porque es un dolor como pueblo argentino, que no haya venido, pero es un dolor en el sentido de que como pueblo no supimos aprovechar esta oportunidad porque creo que fuimos nosotros como pueblo, y algunos con mayor responsabilidad, los que pusieron el obstáculo para que la llegada de Francisco a su tierra, a su país, a su patria tan querida, pudiera ser un espacio realmente de gozo, de alegría, de esperanza para muchos. Eso es lo que en verdad creo.
Entrevista publicada originalmente en portal Va Con firma
