En la comunidad mapuche Mellao Morales, en Huarenchenque, Liliana y María Virginia Jara mantienen viva una tradición que atraviesa generaciones. Ambas son hermanas, artesanas y guardianas del arte del telar, una práctica que aprendieron desde niñas y que hoy enseñan a nuevas generaciones.
Liliana comenzó a hilar a los 7 años y a los 11 ya tejía en telar, siguiendo el ejemplo de su madre y sus hermanas mayores. “Después de la escuela tejía y me dedicaba”, recuerda. A los 22 años inició talleres de tejido en el paraje, donde niñas, niños y adultos aprendieron la técnica de doble faz. “Fue un giro diferente, muchos quisieron aprender”, señaló.
Hoy, su hija de 19 años también es artesana. “Ella participaba de los talleres que yo daba. Es muy lindo ver cómo sigue el camino”, destacó Liliana.
El proceso de tejido natural es minucioso. Incluye limpieza, secado, hilado, enmadejado, lavado y ovillado. “Recién ahí se puede comenzar a tejer”, explicó Liliana.
María Virginia comenzó a tejer a los 8 años y a los 10 ya manejaba el telar. “Es mi único trabajo y me dedico con todo el corazón”, afirmó. Teje con lanas teñidas con productos naturales como tara, cocolle, michay y molle. Su diseño más vendido es el wilyoz, que representa “la vuelta del mapuche a la tierra”. “Tiene un significado muy profundo para nuestra cultura”, expresó.
Artesanías Neuquinas cumple un rol clave en el acompañamiento y la comercialización. “Me dio la oportunidad de conocer otros lugares como Junín de los Andes. Fuimos a vender a la Fiesta del Puestero y conocimos a más artesanos de otras comunidades”, contó María Virginia.
La empresa estatal facilita canales de venta, encuentros y talleres. Para las artesanas, representa una herramienta que fortalece la autonomía económica y cultural. El saber ancestral se convierte así en una fuente de sustento y de identidad.
